ese flujo, esa náusea, esas tiras: aquí comienza el fuego

19.12.10

Sutilezas.

El señor Grieves llegó luego de un perpetuoso y apurado viaje. Por fin estaba frente al ansiado palacio de los palacios, frente al templo de los sabores, había llego ,por fin, al puesto; Chori-panes del ROQUE.

El señor Grieves no le importaba su futuro, no lo importaban los papeles que llevaba en su portafolios, ni los problemas matrimoniales, menos aún el agujero de su camisa. Estaba allí con su amor clandestino de vuelta, no podía ser visto, no podía permitirse tal calvario.
Incluso estaba Roque,quien lo había visto doblar la esquina y transitar las cuadras de distancia; una vez enfrentados, lo miró, con sus ojos cristalinos, lo recorrió ,de arriba a abajo y lo percibió con el detenimiento más fino. Sólo le pronunció tres palabras, Chori-pan mariposa con Chimichurri.

Bastó una mirada de aprobación del Señor Grieves para que Roque diera medio giro, tomara el cuchillo (el más viejo de la colección), lo afilara apenas un poco y lo hincara en el chorizo con suficiente presión. Acabada la incisión, procedió a colocarlo en la parrilla cual fuego ardiente surgía entre los barrotes de la misma (que dejaba caer enormes gotas de grasa al suelo). Roque hechó una mirada al horizonte, verificó con la mano la temperatura aproximada y se dirigió a la gran bolsa de panes.

El Señor Grieves se estaba impacientando, la gente pasaba y él no sabía si podría pasar alguien que lo reconociera; decidió clocarse los anteojos oscuros que colgaban de su camisa (a pesar de que ya había caído la noche), Grieves esperaba, miraba la hora, miraba a Roque, miraba el chorizo, volvía a su reloj.

Roque busco a penas un pan apropiado para su víctima que lo aguardaba en la parrilla. Lo halló, solo tuvo que escoger otro cuchillo. Lo posicionó y simplemente dividió el panificado a la mitad.
Todo estaba listo y en su lugar (a excepción de los nervios de Grieves) Roque colocó la salsa chimichurri por encima de chori-pan. Extendió su mano por arriba del mostrador, dónde ya lo esperaban sus cinco pesos con sesenta centavos.

Grieves recibió su preciado secreto entre sus manos. Ahora sí, frente a frente, la hora de la verdad.

Miró el chori-pan, lo observó, lo midió con los ojos, sintió la textura del pan, finalmente lo acercó a su nariz, percibió su olor. Ya no goteaba más grasa (pues la miga del pan la albergaba). Con suaves movimientos lo acercó a su boca, y cuando casi tocaba sus labios, abrió la mandíbula, lo introdujo apenas un poco, finalmente le hincó los dientes hasta sentir que por fin lo había perforado del todo. El punto justo, el primer bocado estaba navegando en su boca, se mezclaba entre la saliva y se movía con la lengua del señor Grieves.

Lo saboreó, y lentamente tragó, instantáneamente supo que necesitaba otro bocado. Fue por el segundo y esta vez llevó la pieza de pura perfección mucho más rápido a su boca, hincando los dientes más violentamente.

Terminando de tragar el último pedazo recordó que no lo había disfrutado lo suficiente y para entonces no había más chori-pan.

Permaneció confundido unos segundos, luego la ira y la necesidad de más se apoderaron de él; registró sus bolsillos en busca de más dinero, y se dio cuenta de que ya nada quedaba.

Roque sabía que el señor Grieves ansiaba más.Roque no hacía préstamos.Roque gozaba de la abstinencia ajena.Roque se deleitaba con el ser humano dependiente.

El señor Grieves supo que debía conformarse; dejó rodar una lágrima a lo largo de su mejilla , ésta llevaba asombro, pasión, excitación, gusto, placer, tristeza, simplicidad.

Para el Señor Grieves esa no solo fue la mejor comida , sino que fue el mejor día de su vida,
el día que se dio cuenta que las sutilezas de la vida son aquello que lo hacen feliz.

1 comentario:

  1. Muy bueno y descriptivo, y el final es un latigazo corto, conciso y sincero.

    Me gustó (:

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