ese flujo, esa náusea, esas tiras: aquí comienza el fuego

22.3.11

Tengo la frente sudorosa.
Los 30 grados de sensación térmica son duros. Sin embargo no tengo opción, camino. El vestido celeste se pega a mi espalda, es incómodo. Sin embargo no tengo opción, camino. Semáforo. Me detengo en la esquina y me refresco con el viento.
A veces siento que la gente me mira demasiado, entonces digo ¿Será mi pelo tan rubio?
Sin embargo no tengo opción, camino.
A mitad de cuadra está sentado aquel chico (lo veo todas las tardes en ese rincón apartado). Me mira (siempre me mira, todos me miran), pero se acerca.

¿Qué sos?

Soy lila.
Solo me limito a permanecer inmóvil, ahora las miradas son evidentemente más intensas, sí, me miran a mí.

La gente se detiene ¿Qué pasa?

En sus rostros surgen expresiones de miedo, desconfianza.
Pasaron sesenta segundos. Todos se dan vuelta, puedo ver sus espaldas, incluso la del chico que veo todas las tardes en ese rincón apartado.
¡Escapan! ¡Corren!
Les asusto. Quieren huir, pues que huyan entonces.

Yo sigo siendo lila.

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