Tengo unos vocablos inmensos.
Inmensamente complicados.
No son proporcionales a la gravedad que presentan mis pies.
Las percepciones pasmosas están cerradas.
Encerrarse con candadito. Y cuidado con abrir la puerta.
Lo magnífico de todo esto, es que sigo creyendo fervientemente en la fuerza y el temblor de un buen verso, en tu conjugación de verbos, en las oraciones mezcladas y en la combinación de las vocales de tu nombre con el mío.
Esto me dispersa, y me vuelve a unir.
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